Liebe

2015
Fondo Nacional de las Artes

















Liebe

“La pequeña luz roja, alargada y vertical, vigilaba la sala como una amenaza muda.”
    Thomas Mann, La Montaña Mágica, Berlin, 1924.



Hombres y mujeres posan ante una cámara supuestamente anodina. El espectro de expresiones de sus rostros es de tono tenue, frecuencia baja: resignación, tristeza, desencanto, vacuidad. Si acaso hubo algún tipo de resistencia a ser tratados como objetos, a ser meros exhibidores de signos de emblemáticas patologías, ningún rastro quedó de la batalla, excepto la consideración de la derrota. En las imágenes que Carolina Magnin selecciona, hojeando atentamente material médico de archivo, cualquier atisbo de dolor se disimula. Se trata de un sufrimiento introvertido, enmascarado. 

Magnin utiliza la tecnología contemporánea -no exenta de un matiz retro- para emprender una tarea de restauración afectiva. Imprime aquellas imágenes sin nombre sobre vidrio y tela de gasa, la misma que utiliza la enfermería. En el proceso de impresión los signos de la enfermedad se suavizan tanto hasta volverse secundarios, no más visibles que una arruga de la piel, que una raya de la fotografía original, un disturbio en el proceso de escaneado o un resto de suciedad en la superficie de la diapositiva. Son datos marginales, subordinados a la mirada del modelo que ahora acapara la atención del espectador. Carolina Magnin actúa como una vengadora sutil, una especie de justiciera de bajo perfil.

No es casual que Magnin prefiera la gasa como soporte de sus imágenes. Material frágil, translúcido, elemento infaltable en los procesos de curación. Tela que viene a proteger la herida, tela que es mortaja y también vendaje de los boxeadores antes de calzarse el guante para la pelea.  Siempre, realizar un vendaje exige dulzura y delicadeza. También el vidrio a secas, el vidrio desnudo, en su rigidez y extrema delgadez, sin marco que lo proteja,  lleva implícita la promesa del estallido, del quiebre y de la astilla. La fragilidad es siempre percibida en relación a una futura catástrofe: en el caso de la tela es el desgarro, en el del vidrio es el quiebre; en ambos casos está íntimamente ligada a la premonición.

Así como las marcas del proceso de impresión se mimetizan con las patologías de la piel, el soporte translucido integra a su superficie aquello que cubre pero no tapa ni ocluye. Le Corbusier quería una casa que respirara a través de sus grietas, que envejeciera en sus emparches y rajaduras. Todas las cosas tienen piel. Y toda piel es un mapa de sucesos vitales.  La obra de Magnin es capaz de deslizarse entre dos extremos: el retrato, género histórico e imágenes más difíciles de clasificar, abstracciones que hacen pensar en terrenos ignotos, difusos.  Más que fragmentos de cuerpos, las abstracciones de Magnin nos transportan a una arqueología del paisaje. El paisaje entendido como estado de ánimo.

Organiza pequeñas situaciones íntimas donde intervienen artefactos médicos, un clima en el que la tensión es la clave que la artista orquesta con inteligencia, sin ahorrarnos incomodidad.

Por último, Carolina Magnin pronuncia la palabra mágica, inmediata restauración empática: liebe. Liebe significa “querido” en alemán. Querido.

Verónica Gómez





Liebe
                     
  "The little red light, long and vertical, watched over the room like a mute menace."
             Thomas Mann, The Magic Mountain, Berlin, 1924.


Men and women pose in front of a supposedly anodyne camera. The spectrum of expressions on their faces is faint, low frequency: resignation, sadness, disenchantment, emptiness. If there was any kind of resistance to being treated as objects, to being mere exhibitors of signs of emblematic pathologies, no trace remained of the battle, except the consideration of defeat. In the images that Carolina Magnin selects, carefully browsing through archival medical material, any hint of pain is disguised. It is an introverted, masked suffering. 

Magnin uses contemporary technology - not exempt from a retro nuance - to undertake a task of affective restoration. He prints those unnamed images on glass and gauze cloth, the same one used by the infirmary. In the printing process, the signs of disease are softened that they become secondary, no more visible than a wrinkle in the skin, a line from the original photograph, a disturbance in the scanning process, or a remnant of dirt on the surface of the slide. They are marginal data, subordinated to the model's gaze that now captures the viewer's attention. Carolina Magnin acts as a subtle avenger, a kind of low-profile vigilante.

It is no coincidence that Magnin prefers gauze as a support for her images. Fragile material, translucent, an essential element in the healing process. Fabric that comes to protect the wound, fabric that is shroud and also boxers bandage before putting on the glove for the fight.  Always, to make a bandage demands sweetness and delicacy. Also dry glass, bare glass, in its rigidity and extreme thinness, with no frame to protect it, carries implicitly the promise of bursting, breaking and splintering. Fragility is always perceived in relation to a future catastrophe: in the case of canvas it is tearing, in the case of glass it is breaking; in both cases it is intimately linked to premonition.

Just as the marks of the printing process mimic the pathologies of the skin, the translucent support integrates to its surface what it covers but does not cover or occlude. Le Corbusier wanted a house that breathed through its cracks, that aged in its patches and cracks. All things have skin. And every skin is a map of life events.  Magnin's work is capable of sliding between two extremes: portrait, historical genre and images that are more difficult to classify, abstractions that make us think of unknown, diffuse terrain.  More than body fragments, Magnin's abstractions transport us to a landscape archaeology. Landscape as a state of mind.

He organizes small intimate situations where medical artifacts intervene, a climate in which tension is the key that the artist intelligently orchestrates, without sparing us discomfort.

Finally, Carolina Magnin pronounces the magic word, immediate empathic restoration: liebe. Liebe means "beloved" in German. Dear.

Veronica Gomez